El 1 de septiembre de 2012, gracias a una directiva de la Unión Europea sobre la necesidad de realizar un diseño ecológico para las lámparas de uso doméstico, se le dijo adiós a las bombillas incandescentes, es decir, las de toda la vida.
Las lámparas incandescentes iluminaron los hogares nada menos que durante 133 años, desde que las comercializara el mismísimo Thomas Alva Edison. Se fueron eliminando de forma progresiva, de acuerdo a diferentes legislaciones europeas de 2009, 2010 y 2011. Primero, se quitaron del mercado las de 100 vatios, después las de 75 vatios y 60 y, por último, las bombillas de 40 y 25 vatios.
Ahora, es el turno de despedirse de los halógenos. El próximo 1 de septiembre se dejarán de comercializar estas lámparas de filamento, aunque podrán comprarse hasta que se acabe el stock que queda en las tiendas. Un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicado ayer recordaba, sin embargo, que la medida se aplica solo a los focos halógenos, por lo que las bombillas halógenas podrán seguir vendiéndose hasta 2018.
Estas medidas, que afectan a todos los estados miembros y que se han venido implemetando desde 2009, tienen como objetivo una mayor eficiencia energética. La idea es utilizar productos que exijan cada vez una menor quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) para generar electricidad en las centrales térmicas ya que son estos combustibles los mayores responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.
Además, con esta medida se pretende también reducir la necesidad de importación de combustibles fósiles fuera del espacio de la UE, ofrecer un producto más barato, así como un aumento de la seguridad de suministro.
Las opciones disponibles
Pero si vamos camino a la eliminación total de las halógenas, ¿qué opciones nos quedan para iluminar nuestros hogares? Los consumidores podrán acceder a tres tipos de tecnologías: LED, halógenas (hay que tener en cuenta que solo se eliminaron los focos) y las fluorescentes o de bajo consumo. Las LED (del inglés, «Light-Emitting Diode») parecen ser la apuesta de Europa. «Toda lámpara de filamento (halógenos o las de toda la vida) requieren mucha potencia para generar luminosidad. Lo que se optimiza con las LED es precisamente esto. La luz se genera con un componente electrónico por lo que se pierde menos energía», explica Ratcliffe. Por poner un ejemplo, con el 10 por ciento de una LED se genera el mismo factor de luz que con una halógena.
Las de bajo consumo o fluorescentes tiene como beneficio, precisamente, que consumen poco, son muy eficientes aunque siguen teniendo el primer puesto en el podio las LED. «Una de bajo consumo tiene un consumo inferior a una lámpara de filamento, concretamente, un 40 por ciento menos de energía consumida, pero como contrapartida, tiene una durabilidad inferior», apunta Ratcliffe.